domingo, mayo 23, 2010

Tristes armas

Se preguntaba León cómo podía ser aquello de sufrir tanto por una persona y, al mismo tiempo, sentir que la felicidad sólo podía venir de ella. A veces se ponía a andar al lado de Harmonía cuando iban de excursión, o se sentaba a su lado debajo de un árbol para protegerse del sol en el verano, o en el invierno dejaba el paraguas en casa para que ella le dijese: "¿te tapo, León?", y así poder ir con ella, cubiertos los dos y aislados por aquel pequeño toldo negro. Cuando eso ocurría, cuando Harmonía lo miraba a los ojos y sonreía, entonces León sentía que aquello era la felicidad, y querría seguir siempre así, al lado de Harmonía, sin hacer nada y sin que nada los separase nunca. Por eso no le importaba soñar que moría abrazado a ella, porque a veces pensaba que eso sería lo mejor: dejar este mundo e ir al otro, donde no hay guerras, ni fronteras, ni gentes que se matan entre sí y que separan a los que quieren estar juntos. El mundo en el que ya estaban su madre y el padre de Harmonía...
Otras veces, por el contrario, pensaba que si no hubiese sido por la guerra y por el exilio, lo más seguro sería que él y Harmonía no hubiesen llegado a conocerse nunca. Y no podía entender que de algo tan malo como la guerra pudiese salir algo bueno. Ni podía concebir la idea de que Harmonía y él anduviesen por el mundo sin llegar a encontrarse.

Tristes armas (págs. 98-99), Marina Mayoral.

1 delirio(s):

Unknown dijo...

Bello, hermoso, bonito, excelente *o* Mariiiiiiiii
eso me llegó al corazón
"cuando Harmonía lo miraba a los ojos y sonreía, entonces León sentía que aquello era la felicidad"
Si, si y si, ya me puse melancólica, porque quiero volver a mirarle a los ojos... esos que tanto echo de menos....

 

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