domingo, octubre 10, 2010

Conocerme no es fácil, y tú ya lo has hecho

Me da rabia que de un día para otro puedas parecerme lo mejor en lo que pensar. Que, sin proponértelo siquiera, me des motivos para pasarme las horas recordando varios momentos en los que has estado presente, o haciendo que me plantée cosas que jamás hubiera pensado que podrían pasarme por la cabeza. Me he pasado los meses teniendo algo claro: que no me gustas, que no me podías gustar, que no me atraes y que jamás podía interesarme por ti. Y luego llega mi propia voz diciendo eso de no digas de este agua no beberé, porque el camino es muy largo y puede entrarte sed... Ni siquiera recuerdo dónde la escuché. ¿O la leí? ¿Importa algo eso? Suspiro y vuelvo a echar la cabeza hacia atrás, mirando fijamente el techo y volviendo a recordar. Porque, ¿sabes? Estoy muy quemada. Quemada, en el sentido en el que tú seguramente podrás deducir. Que no ha sido mi mejor día, ni mi mejor semana, mucho menos mi mejor mes. Me conoces más de lo que imaginas: sabes cómo actúo, cómo me expreso, cómo soy y cómo quiero ser, cómo sonrío, cómo parpadeo, cómo observo a los demás, cómo quiero a mis amigos, cómo canto, cómo bailo, o cómo hago la idiota en el segundo menos oportuno. Sin embargo, no sabes todavía muchas cosas. Cómo siento, cómo pienso, cómo decido, cómo invento, cómo desarrollo, cómo deduzco, cómo intimo con la gente, cómo camino bajo cientos de dudas, cómo suelo despertarme o cómo me gusta tomar la leche por las mañanas. Mi "yo" como persona está al alcance de muchos, pero las pequeñas cosas que forman mi vida están reservadas para muy pocos. Nunca me había planteado la idea de que tú fueras uno de ellos. A día de hoy todavía me parece una locura que lo seas. Y sigo sin sentirte en ese grupo al que pocos han entrado. ¿Qué pasará mañana? ¿Y pasado mañana? ¿La semana que viene? ¿El próximo año? Me temo que no tengo respuesta a ninguna de esas preguntas. Lo único que sé es que hoy eres tú el tema principal de cada uno de mis pensamientos, para bien o para mal. Que, joder, demasiadas casualidades. Demasiadas. Odio al destino. Te odio. Me odio. En este momento odio todo. Incluso las casuales miradas que nos cruzamos: no me había dado cuenta de lo fugaces que son...
 

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