lunes, noviembre 21, 2016

Nada se compara a esto

Llevo mucho tiempo echando de menos las intensas emociones que me asaltaban cuando era una enana, el tipo de emociones que me robaban el aliento aunque no me diera cuenta, esas que no avisaban. Echo de menos las mañanas de Navidad, cuando me sentía incapaz de continuar durmiendo más horas si sabía que me esperaban mis regalos bajo el árbol. Las sábanas lejos, la ilusión cerca. O lo increíblemente feliz que me podía hacer que me compraran una simple bolsa llena de chucherías en el kiosco de la esquina a la salida del colegio. He perdido esa clase de emociones, se esfumaron hace tiempo, ya no las siento. Ojalá volver a ser niña; ignorar la vida y tan solo exprimirla. Tan fácil.

También echo de menos el atolondramiento del amor adolescente. Pasar los días imaginando situaciones con los mismos protagonistas, consciente de que esas escenas no iban a suceder jamás. Pasar las noches recordando cada mirada, escuchando canciones pop que hablaban de ese «nosotros» que nunca llegó a ser. El cosquilleo en la barriga, unas palabras bonitas. Tan fácil.

He pasado tanto tiempo echando de menos la facilidad con la que antes sentía que no me he dado cuenta de todo lo que he aprendido a sentir. Porque no ha sido fácil, y ahora me doy cuenta. Porque ahora sé que, si hubiera sido fácil, no lo habría sentido así. Tan dentro.

Y hoy me despierto, justo después de haber estado soñando contigo. Y ahí estás, abrazándome. Y me doy cuenta de que es exactamente como ha de ser, como quiero que sea, como siempre soñé que fuera. De pronto se me olvida todo lo que algún día pude sentir, porque nada se compara a esto, y no sé cómo te lo voy a decir.

Pero lo hago, y sonríes. Tan feliz.


 

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