miércoles, noviembre 30, 2011

Will you stay away forever?

Me encanta. Que intentes alcanzar, que intentes ser. Probar, al fin y al cabo. Me encanta, porque demuestra que eres más fuerte de lo que todos imaginan. Sin embargo, no todo se reduce a eso. Es hora de cambiar, pensar en lo que realmente importa. Cuando todo termine, ¿qué quedará? Ellos no permanecerán aquí cuando todo se haya ido, sino que se irán, con ello, a otro lugar. ¿Qué hay de ti? ¿Cuál será tu lugar en este mundo? Por eso, hoy, me encantaría que intentarás imaginar, que intentaras soñar, pues jamás podrás acariciar el futuro sin antes haber decidido cuál quieres que sea. Y entonces, sólo entonces, vivirlo.

viernes, noviembre 25, 2011

All you need is love


¿Qué me queda por decirte, después de todo lo que hemos pasado? Que no importa nada más, no importa. Podemos con todo y lo hemos demostrado. Sin embargo, no queda leche para el desayuno de mañana, así que no te olvides de pasar por el super de la esquina. Y, ya que estás, compra un par de pastelitos para después de cenar. Estaré en casa a eso de las nueve para hacer la cena juntas. Y son las cuatro. Ufff... ¿Todavía falta tanto para volver a verte? Y nada más. Que te quiero.
lunes, noviembre 21, 2011

Intenta emportar-te els bons moments

Núvols. Sembla que la meua ànima hi estigués representada. Puc sentir el trepitjar de la pluja a la finestra, i m'agradaria alçar-me, obrir-la, sentir les gotes caure a la meua mà. Però avui em manquen les forces. No és res nou la meua impossibilitat per a fer les coses que m'agradaria fer. No em jutgeu massa per això.
sábado, noviembre 19, 2011

Madness

Siento toda la presión, la incomodidad, la agonía atragantada en tu garganta sin posibilidad de hacerla desaparecer; pues hoy te puedo asegurar que no fue premeditado. Siento toda la inestabilidad emocional que por mi culpa has tenido que sufrir día tras día, ésa que por más que intentarás sobrellevar... era imposible. Las personas que lloran a solas lo hacen tan sólo para parecer más fuertes, conscientes de que ahí, en esa difusa y solitaria intimidad, son la debilidad hecha realidad. Siento, aunque jamás lo creas, el agotamiento tanto físico como mental que te hice padecer. Nadie dijo que esto iba a ser fácil, simple. Siento, también, las frustrantes indecisiones, los malos razonamientos, las interminables reflexiones pseudo-filosóficas y los sueños delirantes e inalcanzables. Siento las pesadillas que te despertaban en medio de la noche, asfixiándote, y permanecían durante días en tu mente. Siento que perdieras, a menudo, la razón y el conocimiento de ser lo que quieres ser. Siento todo el dolor causado, lo siento de veras. Pero siento, sobre todo, una cosa. Probablemente la más cruel de todas, la que nunca supiste superar, admitir, aceptar. Siento que te hubieras enamorado. No estaba en ninguno de nuestros planes, te lo prometo. No hemos aprendido a manejar las riendas de esto, y puede que, tal y como están las cosas, nunca lleguemos a hacerlo. Te deseo suerte, porque creo que no luchamos en vano. Que la derrota de hoy nos acerque a la victoria de mañana.


Un saludo,

Tu adolescencia.
viernes, noviembre 11, 2011

Far away


¡Vamos a ser! Y lo seremos, seguro, porque cuando se te mete algo en la cabeza no hay quien te haga cambiar de idea. Vamos a ser... algo. Y río ante tu mirada de desconcierto, observándome con el ceño fruncido, pensando a saber qué cosas de mí... Y la pregunta se hace inevitable. ¿Qué piensas? Y ahora eres tú el que ríes, llevado por esta locura disparatada. Alzo las cejas, expectante. Pienso... ¡que lo seamos! Y vuelves a reír. Y yo, derrotada, rendida, curiosa quizá, pregunto por ello. Qué seremos, qué somos. Y juntas los labios, pensativo. Uhmmm. Probablemente en otra ocasión ya me estaría riendo, probablemente..., pero hace mucho que esperaba este momento. Necesito oírlo de tus labios, ¡así que... dilo! Sacudo la cabeza, impaciente. Y no te haces esperar. No me apetece que yo sea yo... ni que tú seas tú... Y sonríes. Dejemos eso aparte, y seamos... un nosotros. Y ya está. Ya no hay nada más, la realidad parece tan lejana. Ya no hay nada más. Se fueron. La realidad, y todos, y todo.
viernes, noviembre 04, 2011

Danny

-Venga, vamos a tu casa...

Por quinta vez, la hace a un lado. Ella, contrariada, frunce el ceño. Él le dedica una mirada de fastidio.

-Te he dicho que no, Grace.

De un salto esquiva los columpios y continúa caminando hacia la carretera. Aún escucha los gritos caprichosos de la joven. Finalmente, oye que regresa junto al grupo de adolescentes que se han trasladado al parque frente al instituto, al acabar el baile de graduación, para continuar la fiesta allí.

Danny está cabreado. ¿Y cómo no estarlo? Con el mundo, con Grace, con ella. Y, sobre todo, con él. Esta vez la ha jodido del todo. Lo ha notado en el tono de voz de Holly, en la manera en que lo ha tratado... Incluso en la oscuridad ha podido distinguir sus ojos vidriosos, arriba, observándolo desde lo alto de la ventana de su habitación, que le han partido el alma. Golpea un contenedor de basura con el puño. ¡Joder! Qué... idiota.

El año escolar se ha terminado. Es el final... o la oportunidad, para muchos, de comenzar algo nuevo. ¿Y él, qué hará? No lo sabe, no le preocupa no saberlo. Y, de pronto, le empieza a preocupar que no le preocupe no saberlo. ¿Qué hará Holly? Sí, eso sí le preocupa. Probablemente irá a la universidad, ojalá le den esa beca que tanto ha estado esperando. Crecerá, se convertirá en una mujer guapísima. No le faltarán candidatos para ser su marido. ¿Y qué tendrá él que hacer entre todos esos? Tíos guapos, ricos, posiblemente más educados y menos gilipollas que él...

Toma asiento en un banco, cerca de la esquina que da a su calle. No le apetece llegar a casa y encontrarla vacía. Es más que probable que su padre esté en algún motel de las afueras con Sam, su secretaria. Su madre habrá salido con su grupo de amigas de la universidad, o quizá esté follándose al ex-marido de la señora Vanhaussen. En cuanto a su hermano mayor, ése simplemente nunca está. Qué mierda de mentiras, de engaños. Qué mierda de vida. Se da cuenta, de repente, que él no quiere que la suya sea así. Pero tendrá que hacer algo para cambiarlo...

¿El qué?

Reflexiona. Se enciende un cigarrillo, eso le ayuda a pensar. Y, en su mente, un nombre. Holly. Sí, ella. Ella es la única solución, la vía de escape entre tanta mierda. ¿Pero qué demonios te ocurre, Danny? Ya se te ha puesto la sonrisa tonta en la boca, como cada vez que piensas en ella. Suspira. Es tarde. La ha cagado. Pero no, no puede ser, la cosa no puede acabar así. Debe haber alguna forma de remediarlo, algo que le ayude a recuperarla...

¿El qué?

Idea. Se levanta de golpe. Debe hacerlo ya, antes de que sea demasiado tarde. Saca el móvil mientras camina a paso rápido a lo largo de la avenida. Y mira la hora: ya son las cuatro.
jueves, noviembre 03, 2011

Ashley

¡Qué bonito es ser la reina del baile! La más guapa, la más envidiada y deseada. Toda chica sueña con serlo una vez en su vida, especialmente si es su último año en el instituto. Curiosamente, ella ha podido disfrutar de ese privilegio. No obstante, ¿alguien la creería si supiera que ha sido la noche más amarga de toda su existencia?

¡Ashley! ¡¿Pero qué demonios has hecho?! Quítatelo ahora mismo y dámelo... Es lo único que le ha dicho su madre, a gritos, cuando ha llegado a casa y ha visto todas las manchas y el par de desgarrones que llevaba en el vestido de graduación. Como no podía ser de otro modo, no ha visto las lágrimas que inundaban los ojos de su hija, así como tampoco el maquillaje corrido y el leve temblor de sus labios. Qué más da. Todo eso quedaba eclipsado por el deterioro del vestido de casi diez mil dólares que le compró a su hija para que estuviera, sencillamente, deslumbrante en su último baile en el instituto.

Antes de llegar a su habitación, Ashley se ha quitado la ropa y se la ha dado a su madre. Y cuando ha entrado en su cuarto, ha visto su silueta en el espejo. Primero, vacila, pero no tarda en dar dos pasos atrás y detenerse frente a él. Puede ver su cuerpo reflejado, pero no se reconoce en él. Es como verse desde otro punto de vista, lejano, como si no fuera ella la que ocupara aquel cuerpo y, por tanto, no pudiera responder por él. Ve sus hombros convulsionarse, las lágrimas que continúan resbalando por sus mejillas, pero no lo siente. De hecho, ya no siente nada. Observa su piel, amoratada en algunos lugares, tanto por el frío como por lo que ha sucedido. El sujetador, colocado torpemente, está sucio. Se lo quita, a la vez que la parte de abajo del conjunto, y queda totalmente desnuda frente al cristal. Sólo hay algo que todavía no se ha quitado: sobre su cabello aún conserva la corona de reina del baile. Quiere quitársela, arrancarla, tirarla con fuerza contra la pared, pero sus manos ya no le responden.

Débil. Cae al suelo, convulsionándose, y aprieta los labios con los dientes para no llorar hasta incluso llegar a hacerse sangre. Araña con fuerza la alfombra de terciopelo; siente sus uñas romperse una a una por culpa de la ira que la posee. Pero todo dolor físico resulta una mera caricia en comparación a lo que guarda en su interior.

No recuerda cuántas horas ha estado así, pero se sorprende al descubrir la hora en el reloj de la pared. Ya son las cuatro. Se levanta y tras coger ropa limpia entra en el baño para darse una ducha. Encuentra su teléfono móvil en el lavabo. Marca el número de Holly, por instinto. Pero ésta no le contesta. ¿Qué está haciendo? ¿Todavía estará en el baile? No puede ser, ya es muy tarde. Al tercer intento, tira el móvil al suelo, enfadada. Todo el mundo parece imbécil esa noche. Recuerda perfectamente las miradas (algunas, preocupadas; otras, burlonas) de la gente, lejos de envidiarla por ser esa noche la reina del baile: todos se han enterado de lo de Jason con la de quinto. ¿Y creen que ella no? Lo supo incluso antes que ellos. Pero ha estado demasiado cabreada y ocupada para enviarlo a la mierda oficialmente. Ashley se cuela dentro de la ducha y un instante más tarde el agua cae sobre su piel. Igual que el bruto de Charlie y sus amigotes, que, hasta el culo de coca, la han acorralado en el baño y se han aprovechado de ella. Eh, venga, Steve, no seas marica, escuchaba que le decían al más pequeño, que no quería tomar parte en aquello. Si ha de ser sincera no recuerda nada más, la ansiedad la ha invadido por completo y sólo ha podido cerrar los ojos, y esperar que todo pasara, eran demasiados contra ella sola...

Ni siquiera dentro de la cama, tapada con varias mantas, consigue dejar de tiritar. ¿Y ahora qué?, se pregunta. ¿Qué se supone que debe pasar? Si a nadie le importa, si nadie luchará por ella... Quizá es hora, por fin, de que empiece a hacerlo ella misma.
miércoles, noviembre 02, 2011

Holly

Ya son las cuatro.

Vuelve a asegurarse. Levanta la muñeca derecha hasta la altura de sus ojos y entrecierra éstos para poder ver mejor. Puede oír el tic-tac de la varilla más larga, la de los segundos. No hay duda, ya son las cuatro. Teniendo en cuenta que debía estar en casa a las once para acostar a Mike, no es que llegue precisamente a tiempo.

Pero, ¿importa?

Holly mete, sin cuidado de no hacer ruido, su llave en la cerradura. Tras un breve forcejeo, la puerta se abre. Un aroma a queso rancio y a cerveza se cuela por sus orificios nasales. No le provoca mueca alguna, está acostumbrada a aquel olor. Avanza por el pasillo a oscuras, con cuidado de no pisar ninguna prenda sucia, alguna lata vacía o cualquier otro objeto que no debería estar allí. Sin embargo, termina pisando varias bolsas de plástico que alguien ha dejado olvidadas la tarde anterior en el suelo, muy cerca de la puerta de la cocina. Va directa a la habitación del fondo, la de Mike, pero se detiene al pasar por delante de la de su otro hermano y ver que todavía está despierto.

-¿Kellan?

El resplandor de la pantalla del televisor ilumina su rostro cansado. El pequeño de tan sólo nueve años frunce el ceño sin apartar la vista del aparato, ni siquiera alza la vista para mirar a su hermana cuando le dice:

-¿Qué?

Tampoco Holly está sorprendida de haberlo encontrado despierto. En el fondo sabe muy bien que Kellan nunca puede conciliar el sueño hasta que ella llega a casa. Holly cierra la puerta tras de si y descubre que Kellan está viendo en la televisión una peli porno nocturna. Sin más dilación, apaga el televisor.

-No deberías ver esas cosas.

Haciendo caso omiso a las protestas de Kellan, la joven lo envía a dormir. Busca en sus cajones algún pijama limpio, pero no lo hay: todos están por el suelo desde hace varios días. Suspira y lo arropa sin quitarle su chándal gris.

Antes de que Holly haya abandonado la habitación, Kellan ya se ha dormido. Camina hasta la habitación de su otro hermano y tampoco esta vez se sorprende al descubrir que, a diferencia de Kellan, Mike sí está dormido. A pesar de ser más pequeño, siempre ha sido más responsable. A menudo Holly se pregunta de quién lo habrá aprendido.

-¿Holly, eres tú?

Entra en su habitación sin contestar a esa voz embriagada que llega desde el fondo del corredor, probablemente porque le trae malos recuerdos sobre todo a esas horas de la madrugada, cuando era manoseada por él. Nunca le ha llamado padrastro, ni tampoco por su nombre. Simplemente es el tipo que se tira a mamá y de vez en cuando trae dinero a casa porque las apuestas de la semana le han sido favorables. En realidad, a Holly no le gusta llamar a nadie a quien odia por su nombre. No son para ella siquiera dignos de ser nombrados por una palabra propia.

Se acuesta en su cama sin quitarse el vestido. Y llora. ¿Motivos? Los puede hallar por todas partes, pero esa noche son más especiales, si cabe. Porque ha terminado su último curso del instituto, porque no ha aprobado ninguna asignatura. Porque el baile de graduación ha sido una impresionante mierda. Porque Jason Highway, el novio de Ash (su mejor amiga), se ha follado a una de quinto y todos lo saben, menos ella. Porque, para variar, Danny le ha estado comiendo la boca a Grace delante de sus narices... Porque es adolescente, y el mundo le pide a gritos que, día a día, comience a dejar de serlo si quiere que su familia esté bien.

Qué injusto, ¿no?

Un ruido en la ventana. Lo ignora. En su cabeza todavía tiene miles de imágenes de esa misma noche. Recuerda, sin saber por qué, la voz de Dianna. ¿Quieres? Una bolsita llena de algo que incluso en la oscuridad puede identificar como maría. Alza una ceja. Vamos, Holly, lo pasaremos bien. Si Ash ni siquiera sabe cómo fumarse todo eso ella sola, piensa Holly mientras la chica le sonríe. Rechaza la invitación, no tiene ganas de ver lo ridícula que estaría su compañera fumando algo de lo que no tiene ni idea que le provocará.

Otro golpecito. Esta vez ya no puede ignorarlo. Se levanta, sube el cristal de la ventana y asoma la cabeza. Abajo, una silueta con un grapado de piedrecitas en la mano que suelta en cuanto Holly aparece. Danny. No podía ser otro. Y Holly habla exactamente como Kellan había hecho minutos antes.

-¿Qué?

-¿Estás enfadada?

Como si hubiera alguna duda. Holly no le contesta. Un instante de silencio en medio de la noche.

-¡Oh, vamos, Holly! -Danny alza los brazos-. ¡Iba borracho!

-Como casi siempre.

Él se rasca la nuca con una mano.

-A ver... ¡Holly! A ver... -y se muerde el labio inferior, inquieto-. ¿Qué quieres que haga? Porque lo haré, vamos. Dime.

-Suicidarte podría ser una buena solución.

-¡Oh, venga, Holly...! ¡Holly!

Y la joven cierra la ventana. Corre la cortina. Más golpecitos. Piensa hacer caso omiso, así que se coloca los auriculares y pone al máximo cualquier canción de su lista de reproducción. Se tumba en el colchón. Y llora, de nuevo.

¿Motivos...?

Porque cada vez se le hace más pesado ignorar las cosas.
 

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