sábado, abril 24, 2010

Los edukadores

Mi profesor de Ética nos trae cosas muy interesantes: algún tema para debatir, extractos de libros que él mismo ha leído, películas, etc. Lo digo porque de vez en cuando traeré alguna cosilla de sus clases. Eso sí, siempre le haré mención. Y también, sé lo que estás pensando, lo estoy dejando como un genio para que me suba la nota, y te equivocas. Se lo tiene merecido. Más después de habernos traído esta película a clase.

Die fetten Jahre sind vorbei ("Los años de abundancia han pasado"), así se titula originalmente. En España se tradujo como Los edukadores. Abarca varios temas que, en lo personal, me interesan mucho. No me gusta hablar de la trama de las películas, te destruye el film antes de haberlo visto. Sin embargo, quiero destacar el triángulo amoroso que se produce entre los personajes principales (curioso, muy curioso de seguir) y la historia de la chica protagonista y el accidente de coche (que es de lo que yo venía a hablar). Desde luego no es la trama principal, pero sí tiene mucha relación con ella.

Jule es una chica como otra cualquiera, joven y guapa, implicada, que se gana la vida como camarera de un local. ¿Todo, para qué? No recuerdo cuánto pero la mayor parte de su sueldo va a parar a manos de un millonario al que le había destrozado el coche en un accidente. Un coche que él podría comprarse diez veces y ni siquiera le dolería perder la cantidad de dinero necesaria. En cambio Jule debe pasarse los siguientes diez años de vida pagándole el maldito automóvil. Esto lo decidió un juez. ¿Justicia, dónde? Sí, ella lo destrozó, ella debe pagarlo. Pero a qué precio, cuando al millonario le importa tres pimientos el valor de su coche.

El personaje de esta chica en cuestión me fascina. Al principio de la película se la ve protestando por no sé qué (sí, viva mi memoria), pero luego es ella misma la que se conforma con lo que tiene, la que no aspira a más que un trabajo de camarera y a seguir pagando religiosamente cada mes al millonario. Se preocupa por los demás, pero, ¿qué hay de ella? Una frase muy Amélie. Una frase, debo admitir, muy mía. A veces se prefiere vivir para los demás que para uno mismo. Luchar por la felicidad de otros al precio que sea. Y por los motivos que sean.

Al fin y al cabo, jedes herz ist eine revolutionäre zelle.

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