jueves, enero 08, 2015

Sin planes ni permisos

Me he cansado de hacer planes, de hablar de días que aún no llegan y de soñarlos por las noches. Te pido perdón ahora por no sonreírte luego, sé que no lo haré. Si lo hiciera corro el peligro de que se haga evidente que me encantaría que ocurriera, todo, cada estúpido detalle.

Resulta que he decidido no volver a pedirte permiso. Para nada. No te pediré permiso ahora que estoy a punto de cerrar los ojos y dejar que las luces pasen, una a una. Todas las que tengan que pasar. Y tras ellas, los coches, las mañanas, los batidos de chocolate, las pastillas de jabón. Que pasen todos los arrepentimientos y las desilusiones. También las personas, algunas rápidamente, otras no tanto, que pasen sin prisa. Porque todo pasa.

Y cuando al fin abra los ojos, puede que sonría. Es muy posible. Y tampoco pienso pedirte permiso para cogerte de la mano, después de recordarte al oído que me debes una copa, y mil deseos. Te convierto, sin permiso, en mi genio de la lámpara.

Pero en este instante, me detengo. Acabo de darme cuenta de que, intentando huir de la planificación, he metido nuestros planes en un plan mayor. ¿No es eso peor?

Definitivamente, no tenemos remedio.


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