miércoles, enero 21, 2015

Cupid's demanding back his arrow

Cupido no fue el dios más valorado en la época romana. Ni siquiera lo es a día de hoy. Cupido piensa que cualquiera de los otros dioses ha sabido cumplir mejor con su cometido y se castiga en silencio por todos los horrores que sus flechas han provocado. Su tarea es ardua, mucho más de lo que se tiende a pensar. Y más que una tarea, con el tiempo, se ha ido convirtiendo en una pesada carga. La tremenda responsabilidad de ser el arquero causante de numerosas tragedias. Cupido observa desde la lejanía los efectos de sus flechas y se pregunta qué sentido tiene todo lo que hace. ¿Se les ha preguntado a los mortales si desean o no la visita de Cupido en su efímera existencia?

Nadie sabe que Cupido tiene miedo de sus propias flechas. Conoce bien su poder. Ha visto toda la ruina que dejan a su paso. Por eso sostiene cada flecha con cuidado. Tensa el arco despacio, inspirando profundamente, y la deja ir con angustia, como quien corta la cabeza a un sentenciado. No se libra de un peso al verla volar, sino que carga con él a partir del momento en que la suelta. Y Cupido desaparece de la escena, sin mirar atrás, en parte por temor a ver el inicio de otra de las catástrofes de las que se siente enormemente culpable.

A veces, Cupido sueña con remediar todo el daño que ha causado. Porque la idea de que no todo está perdido alivia su angustia, aunque tan solo sea un poco. Imagina que vuela sobre cada uno de los mortales a los que ha disparado alguna vez y les pide que le devuelvan sus flechas. No se imagina cómo sería pedirles perdón, pues Cupido en realidad teme más la ira de los mortales que la ira de los dioses. Los primeros sí tienen motivos para odiarlo. Pedirles perdón significaría revelarles que, en efecto, ha sido él el único responsable de toda su desdicha. Y puede que Cupido, al fin y al cabo, tan solo sea un cobarde alado con un arco.

1 delirio(s):

Bibi dijo...

Aaaaaaay Cupido, Cupido...

 

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