miércoles, octubre 12, 2011

The type of kisses where teeth collide

Hola.

¿Sabes qué pienso? Que es gracioso el camino que toman las cosas. Es algo sobre lo que he estado reflexionando hoy. Lo que no me lo parece tanto es no saber cuál es el que debo tomar yo. Me encanta pretender que sé exactamente a dónde voy cuando lo único que hago es dar vueltas en círculos a la misma manzana, esperando una señal, algo que me guíe y me señale la dirección correcta. Ya ves, sigo siendo tan indecisa como de costumbre. ¿O creías que todo esto me había hecho cambiar? No, en el fondo sigo siendo igual que siempre, igual que tú.

Lo más gracioso de todo esto es recordar que no es nada nuevo. Siempre me he pasado los días deambulando por todos los caminos posibles. ¿Recuerdas cuando lo hacíamos juntos? Y tú chillabas tratando de asustarme a las tres de la madrugada cerca de un callejón. Pero no había nada, claro que no. Y reías, como si fuera lo más divertido del mundo. Te dedicabas a dejar las anillas de las latas sobre cualquier lugar que pillara de paso, como si dejaras tu huella. O cuando tratabas de enseñarme a lamerme el codo. ¿De qué demonios tienes hechas las extremidades? O, incluso, cuando comenzabas a improvisar una canción disparatada acerca de un hombre sin zapatos que buscaba a su gato desaparecido. Oh, casualidad, nos acabamos de cruzar con un anciano descalzo. Y te miro de reojo, descubriendo esa sonrisa traviesa en tus labios. Eras increíble. Sí, qué bien lo recuerdo todo...



Curiosamente me vienen a la mente todos esos recuerdos mientras paseo por una de esas mismas calles. Y me ha dado por, no sé por qué, pensar en ello. Definitivamente, qué gracioso es el camino que toman las cosas. Pero, ¿y yo? ¿A dónde voy? Quizá no estoy buscando un camino, quizá sólo estoy siguiendo el rastro de esas anillas de latas...

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