domingo, diciembre 07, 2014

Sábanas frías para un cuerpo de sangre caliente

En medio de la noche, siente unas manos. Aparecen de la nada, interrumpiendo su fase REM. Frunce el ceño, cierra los ojos con más fuerza. Que se vayan, piensa. No las quiero, no las necesito. Tiene que creerlo, engañarse antes de despertar del todo y ser consciente de lo que ocurre. Pero las manos no desaparecen, ni tampoco parecen querer detenerse. Recorren sus sábanas, su almohada, su cabecero. No obstante, no lo tocan, guardando una especie de respeto. O esperando una nada sutil invitación.

La incertidumbre puede con él, una noche más. Abre los ojos despacio y enfoca la mirada, a sabiendas de lo que va a encontrarse. Aunque a primeras apenas logre distinguir su silueta, su olor resultaba inconfundible desde hacía un buen rato. Y la examina, como tantas y tantas veces. Esta medianoche no se ha recogido el pelo, le cae por los hombros. Su piel desnuda casi parece brillar en medio de la oscuridad de la habitación. Ella sabe que la observa, pero eso no la hace parar. Sus dedos continúan deslizándose por cada rincón de la cama, esperando, tentando.

Él tiene que pedirle que se vaya. Lo sabe. Lo ha sabido noche tras noche, incluso en su primera visita ya lo sabía. Tiene que pedírselo. ¿Y puede hacerlo? ¿Quiere, al menos? Negar algo tan dulce se le antoja casi pecado, cuando el pecado es precisamente todo lo contrario. Y los segundos pasan y sus manos siguen avanzando...

Ha soñado con esas manos desde siempre. También cuando está despierto las recuerda, en especial cuando más solo se siente: puede sentirlas en cada centímetro de su cuerpo, proporcionándole un tipo de calor que no ha logrado encontrar en nada, en nadie. Por eso cuando ella aparece, de noche, es incapaz de distinguir lo que es adecuado de lo que no. Caen las sábanas, comienza el ritual. No cierra los ojos, no parpadea; quizá, si la pierde de vista, desaparezca. Y ese que se vayan se convierte en un claro acaríciame. Sin límite de tiempo ni restricciones de ningún tipo. Acaríciame, para que pueda respirar, para olvidar que la niega en sus sueños pero la sueña en su ausencia.

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