¿Has sentido la agobiante necesidad de volver atrás? Para remediar algo, para tratar de corregir un grave error. O bien para revivir una sensación, un chute de adrenalina que te devuelve una pequeña parte de lo que fue. Probablemente echar la vista atrás sea un suicidio en muchos casos, mientras que en otros sólo resultará un gesto desesperado de un alma nostálgica.
No me atrevo a decir por qué volvería a mi pasado, y a qué época exactamente. Hay tantas cosas que ocurrieron, tantos sueños incumplidos, tantas sonrisas y tantas lágrimas, tantas despedidas amargas, tantas noches en vela. Tantos recuerdos. La vida son cambios, una constante secuencia de sucesos tan pausada que ni siquiera llegamos a ser conscientes de ellos. Pasan, ante nuestra atontada mirada, en silencio y, a menudo, sin que nadie lo impida.
Hoy es treinta de agosto de dos mil once y me siento incapaz de echar la vista atrás. Algo en mi cabeza me lo impide cada vez que trato de hacerlo, porque algo en mi interior está pidiendo a gritos no más pasado, no más vistas atrás.
¿Has sentido la agobiante necesidad de avanzar adelante? El presente me distrae mientras que el futuro se presenta ante mí tentador, casi peligrosamente atractivo. Quizá sea cosa del momento, pero hoy es lo que siento.
Y mañana, quién sabe.
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