Se preguntaba León cómo podía ser aquello de sufrir tanto por una persona y, al mismo tiempo, sentir que la felicidad sólo podía venir de ella. A veces se ponía a andar al lado de Harmonía cuando iban de excursión, o se sentaba a su lado debajo de un árbol para protegerse del sol en el verano, o en el invierno dejaba el paraguas en casa para que ella le dijese: "¿te tapo, León?", y así poder ir con ella, cubiertos los dos y aislados por aquel pequeño toldo negro. Cuando eso ocurría, cuando Harmonía lo miraba a los ojos y sonreía, entonces León sentía que aquello era la felicidad, y querría seguir siempre así, al lado de Harmonía, sin hacer nada y sin que nada los separase nunca. Por eso no le importaba soñar que moría abrazado a ella, porque a veces pensaba que eso sería lo mejor: dejar este mundo e ir al otro, donde no hay guerras, ni fronteras, ni gentes que se matan entre sí y que separan a los que quieren estar juntos. El mundo en el que ya estaban su madre y el padre de Harmonía...
Otras veces, por el contrario, pensaba que si no hubiese sido por la guerra y por el exilio, lo más seguro sería que él y Harmonía no hubiesen llegado a conocerse nunca. Y no podía entender que de algo tan malo como la guerra pudiese salir algo bueno. Ni podía concebir la idea de que Harmonía y él anduviesen por el mundo sin llegar a encontrarse.
Tristes armas (págs. 98-99), Marina Mayoral.
1 delirio(s):
Bello, hermoso, bonito, excelente *o* Mariiiiiiiii
eso me llegó al corazón
"cuando Harmonía lo miraba a los ojos y sonreía, entonces León sentía que aquello era la felicidad"
Si, si y si, ya me puse melancólica, porque quiero volver a mirarle a los ojos... esos que tanto echo de menos....
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